CHARLA CON ANDRES LOPEZ
Custodio de Peron en la residencia de Olivos durante los dos primeros gobiernos del Gral. Juan D. Perón
“COLOCAMOS UN BUSTO DE PERÓN Y EVITA EN LA CIMA DEL ACONCAGUA”
Lo afirmó el suboficial mayor Andrés López, custodio de la residencia presidencial, entre los años 1951y 1955, durante el gobierno de Juan Domingo Perón.
Durante la charla llevada a cabo hoy en la sede central de UPCN ANSES, en Alsina 250, Andrés López, describió lo que significó para él realizar semejante hazaña hace más de cincuenta años. Además, recalcó la importancia del fervor partidario de la época que llevó tanto a él, como a un grupo de veinte militares peronistas a instalar en la cima del Aconcagua los bustos de Perón y Eva, el 6 de febrero de 1954.
El suboficial mayor Andrés López, fue precisamente el responsable de haber generado el proyecto, fanático peronista aún hoy, se desempeñó como custodio del general Juan Domingo Perón en la residencia presidencial y lo acompañó luego en su exilio venezolano.
López explicó que el busto de Perón era de duro aluminio, y que, junto al de Eva, pesaban más de 50 kilos. Eran desarmables, y sus fragmentos fueron colocados en cinco mochilas distintas de los miembros de la expedición. Una tarea peligrosa y adicional, entonces, consistía en armarlos en la cima misma del Aconcagua. Además de los dos bustos, debían colocar en el lugar el distintivo peronista, la nómina de la expedición y las leyendas para la parte inferior de las figuras de metal.
La inscripción de Perón, recuerda López, rezaba:
"Al general Perón dedican los suboficiales del Ejército Argentino este esfuerzo, para que la cumbre más alta de América sirva de pedestal al más alto genio político del Continente. Este busto no será retirado como trofeo por las futuras expediciones, sino que debe permanecer en esta cima por los siglos de los siglos, para que el espíritu y las ideas del Conductor de la Nueva Argentina hermanen a los pueblos de América".
A 6400 metros de altura dejaron los bustos de Perón y Eva. Al regreso, Perón recibió a los andinistas y conversó cordialmente con los suboficiales, entre ellos López.
A pesar del tamaño esfuerzo, tras la Revolución Libertadora, precisamente en 1956, otra expedición similar desafió nuevamente los rigores de la temible cima cordillerana para desmontar las esculturas partidarias, de las que, por supuesto, no se volvió a tener mención alguna.
Mucho tiempo después, ya con Perón de regreso a la Argentina y al poder, en 1973, Andrés López sugirió al líder justicialista a través de un intermediario la idea de volver a organizar a un grupo de andinistas (jóvenes suboficiales reclutados en Mendoza) para colocar nuevamente otro busto suyo en la cima del Aconcagua. En esa ocasión, la negativa de Perón fue terminante.
A pesar de tan categórica negativa, el decidido e incorregible suboficial retirado emprendió nuevamente el camino a Mendoza, tratando de convencer de la idea a los remisos jóvenes suboficiales estacionados en Puente del Inca, que no demostraron demasiado interés por el tema.
La inscripción de Perón, recuerda López, rezaba:
"Al general Perón dedican los suboficiales del Ejército Argentino este esfuerzo, para que la cumbre más alta de América sirva de pedestal al más alto genio político del Continente. Este busto no será retirado como trofeo por las futuras expediciones, sino que debe permanecer en esta cima por los siglos de los siglos, para que el espíritu y las ideas del Conductor de la Nueva Argentina hermanen a los pueblos de América".
A 6400 metros de altura dejaron los bustos de Perón y Eva. Al regreso, Perón recibió a los andinistas y conversó cordialmente con los suboficiales, entre ellos López.
A pesar del tamaño esfuerzo, tras la Revolución Libertadora, precisamente en 1956, otra expedición similar desafió nuevamente los rigores de la temible cima cordillerana para desmontar las esculturas partidarias, de las que, por supuesto, no se volvió a tener mención alguna.
Mucho tiempo después, ya con Perón de regreso a la Argentina y al poder, en 1973, Andrés López sugirió al líder justicialista a través de un intermediario la idea de volver a organizar a un grupo de andinistas (jóvenes suboficiales reclutados en Mendoza) para colocar nuevamente otro busto suyo en la cima del Aconcagua. En esa ocasión, la negativa de Perón fue terminante.
A pesar de tan categórica negativa, el decidido e incorregible suboficial retirado emprendió nuevamente el camino a Mendoza, tratando de convencer de la idea a los remisos jóvenes suboficiales estacionados en Puente del Inca, que no demostraron demasiado interés por el tema.
Ademas el cro. Andres Lopez nos comentó varias anecdotas muy jugosas de su convivencia con nuestro presidente durante los periodos 1946-1955 y se comprometió a volver a visitarnos para continuar compartiendo estas vivencias con nosotros.